miércoles, 23 de marzo de 2011

27

No se cuál ha sido exactamente el momento de mi vida en el que me  propuse no cometer los mismos errores que cometí en el pasado, aprender. Hoy en día me parece una preciosa pero utópica forma de vida, el ser humano es ser humano en el momento del primer error en tanto que lo es en el  momento del segundo. Aunque exista un afán activo de intentar compararlos, cada situación de la vida es diferente. Yo misma soy diferente en cada momento de mi vida precisamente gracias a ese aprendizaje. Creo que no hay mayor fuente de experiencia que el propio ser humano y sus experiencias.

Cada persona que ha intentado o conseguido asomarse a esta pequeña caja de cerillas ha dejado algo y se lo ha llevado. Por suerte o por desgracia, soy aficionada a sacar mis propias conclusiones frente a cada una de esas marcas que se ha imprimido en mi vida. Una de esas conclusiones -la más realista, o tal vez simplemente la más coherente- ha sido asumir que nada es eterno. Todo llega y se va, por lo que la única actitud lógica que veo posible es la de ilusionarse, luchar, amar y dejar ir. 

Ilusión, ¿Por qué no? ¿Hay alguien que disfrute de un pleno "Carpe Diem"? Por suerte o desgracia, yo no. Me gusta pensar en las consecuencias de las cosas, es quizás entonces cuando me ilusiono o me invade el miedo. Por eso últimamente veo tan difícil ilusionarme, porque todo lo que hago últimamente es fruto de la elección del mal menor frente a diversas y desagradables realidades. Iusionarse por algo o por alguien es, en parte, tener la certeza de que esa circunstancia es un camino lícito para dejar que entre la felicidad en tu vida, ya sea en forma de persona o de satisfacción personal. 

Lucha. Alguna boca sabia acertó a decir en algún momento la oración "quien algo quiere algo le cuesta". Creo que no tendré el placer de conocer a su dueño, de momento me conformo con su seguidora número uno: mi madre. He vivido acostumbrada a pagar un precio por todo aquello que he querido conseguir en mi vida y, a pesar del esfuerzo y alguna que otra frustración lo saboreo. Si te encuentras en la cima de la montaña y no la has escalado, ¿Dónde reside la satisfacción personal? Me gusta disfrutar del camino, por muy duro que sea. Disfruto demostrando a cada persona que me importa , ganándome las cosas o dando simplemente por el placer de dar, aunque implique bajar la guardia y ser vulnerable.

Amor. Bien. Palabra corta. Tan corta que resulta casi estúpidamente necesario hacer una pausa después de pronunciarla. Quizá porque la cantidad de recuerdos que nos evoca la mente al escucharla tienen una duración bastante más larga que lo que tardamos en pronunciarla. Creo -tan sólo es una humilde opinión- que sólo se es capaz de amar algo cuando asumes que no es tuyo. Cuando aceptas que nada ni nadie tiene por qué acompañarte en tu andadura, que tu vida es tuya -con sus problemas incluídos-. Cuando disfrutas de que ese "algo" o "alguien" quiera realmente tenerte en su vida.  Amor. Yo le atribuyo ese sentido.

Dejar ir. Llega el momento en el que mi pequeño y maravilloso mundo posa sus pies en el suelo y se convierte en realidad. Aceptémoslo. ¿Somos tan importantes como para ser necesitados por alguien durante toda una vida? Quizá -y tan sólo quizá- cuando esa necesidad viene dada por lazo que te une a esa persona. ¿O es que alguien que no sea tu madre podrá actuar como madre en tu vida? En caso de afirmarlo, yo me atrevo posteriormente a afirmar que si esa persona alguna vez lo consiguió fue porque tu madre nunca actuó como tal y alguien te cubrió esas necesidades. Piénsalo ahora. Esa persona ha actuado como madre, y después de ella nadie lo podrá hacer.  Bien. Salvo la excepción de los lazos, creo que no. Quizá de nuevo interviene ese concepto llamado destino -como se podrá apreciar tengo una tendencia a atribuirle los hechos inexplicables-. Tal vez aquella persona que te abrió los ojos en un momento dado era la única persona en el mundo -pensadlo, la única- que te los podía  abrir, la única mente capaz de pronunciar unas palabras con tanta personalidad y razón que hicieran caer la venda ante tus ojos. Pero eso no significa que esa persona sea la única que te los pueda abrir a lo largo de tu vida. Es más, me atrevo a dudarlo. Llega un momento en el que a esa persona no le compensa seguir abriéndote los ojos, o simplemente ya no es capaz de abrírtelos de nuevo. Necesidades incompletas, huecos vacíos que tan sólo nuevas experiencias pueden ocupar.

De nuevo nada es eterno. Pero mientras dure, Carpe Diem.

Una de tantas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario