jueves, 17 de noviembre de 2011

46

La soledad se acerca en una oscura noche en la que el silencio parece gritar. Se acerca y con cada paso siento el corazón más grande y mucho más vacío. O mucho más lleno de la nada inmensa que es esta triste sentencia de olvido. Esta noche sólo el latido de mi corazón rompe mis pensamientos, que, como un látigo no dejan de hacerle daño. Imagino la brisa, fuera de mi cama, de mi cuarto, de mi casa, en mi tejado. Tan sólo quiero estar en mi tejado, contemplando las estrellas, recordando lo que un día significaron. Pero no estoy en mi tejado, la noche está nublada y el recuerdo olvida cuando no lo alimentas.
El aroma de una soledad anunciada, que se acerca, que me rompe, que me grita, que me besa, que me abraza y decide ser el amor de mi vida. Y, ¿yo? ¿Cuándo decido yo? ¿Cuándo dejo de silenciar lo que grita dentro de mí? Otro día más para dormir y otra noche más para despertar sentimientos enterrados en lo más profundo de aquel sueño que me cansé de soñar.
¿Cuánto tiempo? ¿Cuántas oportunidades? ¿Cuántas realidades distintas si pudiésemos ver con los ojos de los demás? No quiero ponerme en tu piel, pero sí quiero que sea la que me resguarde del frío.
El humo de un cigarro que se consume en mi cenicero, sobre mi pecho, con una luz tenue que se apaga sin tan sólo piensas en mí, pero, ¿piensas? ¿Recuerdas? ¿Sueñas? ¿Vives? ¿Olvidas? Todo es distinto desde mis ojos, todo parece más oscuro, pero tranquilo. La triste tranquilidad de saber que pasarán los minutos, las horas, los días, los meses, los años, sin que realmente pase nada que pueda llenar el vacío que dejó aquella ausencia que, a veces, me gusta recordar. Esa ausencia que marcó, no sólo un nuevo presente, si no una vida entera. Y ya no vale rogar, ya no vale llorar, ya no vale esforzarte para que todo sea como era, porque no vuelve y el pasado ha sido, pero te sigue, vayas donde vayas. Es esa sombra que no te abandona cuando la oscuridad hace acto de presencia. Tal vez ese mancha de tinta que quieres borrar. Pero no se borra, no se puede borrar una huella en un camino enlodado, como no se pueden borrar esos abrazos que ya no están, ese te quiero que faltó por decir; aquella frase que jamás pudiste oír.
Hoy, te recuerdo más que nunca. Hoy, mi memoria vuela hasta ese lugar que no quiero volver a pisar, a ese día, a verte como jamás quise verte.