martes, 22 de marzo de 2011

25

No sé qué busco en esto. Quizá una simple forma de desahogarme, un método más para conocerme a mí misma o una forma de obligarme a sacar conclusiones a los acontecimientos que últimamente dirigen mi vida. En cualquier caso, el objetivo no es buscar un objetivo, ni siquiera encontrarlo. De momento me conformo con crear el medio para conseguir el fin.
Llevo tanto tiempo utilizando la expresión "sentir es una trampa" para definir mi vida que lo encontré apropiado para nombrar este rincón. Mi rincón. Mi carácter, mis normas, mi filosofía, mi pequeña parodia ante un mundo con su propio ritmo. Un ritmo que aplasta, censura y desgarra cada pequeño instante que intento saborear. A pesar de que resulte irónicamente contradictorio, últimamente vivo inertemente. 
Disfruto de cada pequeño momento feliz sabiendo que lo es, aprecio cada instante en el que el vacío anónimo que llevo arrastrando años desaparece y de una forma u otra me siento plena. Mi problema no reside en la incapacidad para valorar y disfrutar de la felicidad, sino en el infinito intervalo de tiempo que transcurre desde la última vez que tan valorada visita llamó a mi puerta y la invité a pasar. 
Llevo algún tiempo confirmando la teoría de que tengo una mente no diferente, sino perteneciente a una minoría social que antepone unas necesidades en algunas ocasiones imposibles frente a la superficialidad, egocentrismo y banalidad que hoy en día dirige mi entorno. Una mente regida tan sólo por la lógica de querer y necesitar entender cada cambio en mi vida, por buscar el placer que ya de por sí supone dar, independientemente del que suponga recibir, y por la frustración que implica que el resto del mundo no sólo no satisfaga, sino que no le encuentre sentido a estos sentimientos.
Mi forma de pensar está sumida en un círculo vicioso difícil de entender, pero que se ha ido construyendo al margen de mi voluntad. Clasifico los acontecimientos de mi vida en dos  tipos: 
- Los que son ajenos a mis acciones en los que tal vez -y sólo tal vez- interviene un concepto tan abstracto como el de destino.
- Los que son tan sólo la consecuencia directa e irremediable de cada una de las acciones y decisiones que he tomado en mi vida.

 Irremediablemente se plantea un pequeña cuestión: ¿Hay forma de diferenciarlos?
¿Es posible distinguir la mala suerte de una mala decisión? Mi conclusión es un rotundo no.
Esto me lleva a asumir que hay una parte de mi vida que no controlo, pero no por ello la vida me debe controlar a mí. Existe un resquicio entre tanta afirmación por el que se cuela la incapacidad de saber si la decisión que tomas en el presente influirá de alguna foma en un futuro. De dudar de si tu propia voluntad será la encargada de escribir cada página de tu vida o si cada una de las palabras que componen esos episodios ha sido escrita ya y tan sólo te toca hacerla realidad. De no tener la certeza de si eres la protagonista de tu vida o únicamente la marioneta que la interpreta.

Bien, llega el momento de toparse con la primera paradoja de la vida: 
Tomar la decisión de si tomar una decisión sirve de algo.
Ante tan irónico silogismo -y lo tacho de "irónico" porque dudo de que los conceptos lógica ydestino puedan referirse a una misma realidad- el resultado es que decidir si decidir o no decidir sirve de algo. Eso ya implica decidir, por lo que me veo obligada a dar por sentado que decidir ya sirve de algo. 

Como mencioné anteriormente, considero imposible saber -y no creer- que un tipo de acontecimiento se pueda diferenciar del otro, por lo que la única conclusión que he sacado a lo largo de mi vida ha sido obviar el concepto de destino para inclinar la balanza a favor de mi voluntad. Cada acontecimiento en el que me veo envuelta es tan sólo una consecuencia de una buena o mala decisión tomada en tiempos pasados, pero sólo hasta que no se demuestre lo contrario. 
Esta afirmación me provoca la necesidad de analizarlo todo hasta encontrar el motivo por el que en un determinado momento mi vida se tuerce. Cuando tras dolorosas búsquedas el resultado es nulo, asumo y acepto que me encuentro ante un episodio de mi vida que no controlo, volviendo a empezar de nuevo preguntándome si decidir sirve de algo.

¿Complicada? No. Tan sólo formo parte de una minoría social que nadie entiende. Conservo la ilusión de que, si alguna vez alguien lee esto, me llegue a comprender. Entonces podré afirmar que esa utópica minoría a la que hago referencia no la compongo sólo yo.
Entonces podré afirmar que no soy sólo una, tan sólo

Una de tantas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario