domingo, 27 de febrero de 2011

19

Me bebí todo el alcohol que en aquella sala se encontraba. Me bebí, por una noche, todo el alcohol y todos tus recuerdos dispuesta a acabar el día sin llorarte. Y entre esos litros de alcohol, acabé, bala perdida de mí, como dice la canción de los grandes Suaves, triste de mí entre unos brazos ajenos. Entre brazos, roces y un cuerpo ajeno, embriagada de alcohol y de sentimientos luchando contra la razón. Y lo besé, lo besé pero.. ¿Sabes qué? No sentí nada, no conseguí sentir nada. No conseguí más que conseguir vivir por unos instantes, que se desvanecieron en cuanto abrí los ojos. En cuanto abrí mis ojos y busqué encontrarte. Busqué encontrarte a ti, a tus ojos marrones, a tus rizos cayendo sobre tu frente, y a tu sonrisa de tonto como siempre que me besabas. Pero no estaban, no estaban y no estabas tú. Estaba un completo desconocido al que me había entregado, ingenuamente creyendo que conseguiría algo. Y desnuda como estaba me eché a llorar, me eché a llorar ahogándome entre el alcohol y las lágrimas, manchándome la cara de maquillaje y el cuerpo de verguenza y rabia. Y así me quedé, sola, desnuda, abrazando mi espalda como tu solías hacer. Porque esta vez nadie me acarició el pelo, esta vez nadie se rió en mitad de mis besos, esta vez nadie se abrazó a mi y se quedó así hasta que durmiese, esta vez nadie me dijo "Te odio, tonta, eres demasiado adorable" esta vez, esta vez.. 
Esta vez, no eras tú. 
Y ahora que venga alguien a decirme que en otros labios y en otro cuerpo encontraré consuelo, que me lo diga, porque ahora ya sé que no es verdad.

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