sábado, 23 de julio de 2011

44

De nuevo entre cuatro paredes, de nuevo con las alas rotas y un vacío interior que no deja de crecer. Tan sólo silencio alrededor, y de fondo unos acordes menores que escupen tristeza. El humo de un cigarro que se consume lentamente y un tornado de recuerdos difusos que invaden mi cabeza. Pocas ganas de hablar y muchas de encontrar un motivo a esta situación; al fin y al cabo todo sigue igual, sí...pero las fuerzas son diferentes. Unos días puedes con la vida, otros la vida te puede a ti.
Ese vacío creciente no llama a lo que ya no está; busca calma en lo que no conoce. Espera lo que está por venir como el perro espera a su dueño.
Tal vez sea el que me alivia en esos momentos en que necesitas gritar, pero prefieres silencio a escuchar tu voz quebrada. Tal vez él grite por ti. Tal vez ese vacío sea la única razón para pensar en el futuro. Un resquicio de esperanza, lo mejor de lo peor. Tal vez.
Abro los ojos, en el mismo lugar. Una colilla humeante entre mis dedos busca descanso mientras la última bocanada se confunde con el viento. La misma cabeza que necesita huir de recuerdos y las mismas piernas que no obedecen órdenes.
Y de repente el mar de dudas quiebra esa incertidumbre golpeando mi caja de cerillas, preguntando por el momento exacto en que dejé de ser quien quise ser.
Vuelvo la vista atrás evocando mi vida y aparecen multitud de cruces de caminos donde me pude equivocar. Un laberinto donde es improbable encontrar inicio, donde el fin es tan digno que sólo se deja intuir.
Nunca creí en la buena suerte, sólo en las buenas elecciones. Puede que mi torpeza vaya allá de lo meramente convencional.
No sé si llegaré a ser quien quiero ser. De momento me quedo con que lo que quiero no es lo acertado. Al menos un trece de junio cualquiera.

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